Cuando llegué al jardín infantil la mañana del viernes 13 de junio, el ambiente ya estaba cargado de una energía especial. No era un día cualquiera. Allí, además de los invitados especiales como Joaquín Vive, se encontraban las verdaderas protagonistas: un grupo de madres adolescentes, jóvenes valientes que cargaban en sus brazos, y también en sus corazones, el peso y la promesa de una nueva vida. Algunas con la mirada llena de ilusión, otras aún con cierto temor; se preparaban para recibir algo más que simples cunas, estaban recibiendo un símbolo de esperanza, de vida y de amor incondicional.

Muchas de ellas, como Valentina, venían de historias duras, de momentos en los que el miedo parecía vencer. “Mi nombre es Valentina, tengo 18 años”, me contó con una sonrisa serena. “Me enteré de mi embarazo cuando tenía apenas un mes. Mis papás me apoyaron, pero hubo mucha gente que me decía que abortara, que yo era muy joven. Fue difícil, especialmente cuando el papá de mi bebé me negó, me dijo que ese hijo no era suyo”. A pesar de todo, Valentina decidió seguir adelante con su embarazo.

Su historia es profundamente significativa porque como Valentina muchas otras madres también enfrentaron el rechazo, el juicio social, el miedo al futuro. Pero también, como muchas otras, encontró una luz en medio de la oscuridad. “Cuando escuché el primer latido de mi bebé en la ecografía, supe que debía continuar. Desde ese momento lo amé con todo mi corazón”, concluyó.

Fue la Fundación 40 Días por la Vida quien les tendió la mano a todas esas madres adolescentes en el momento más crítico; brindándoles apoyo emocional, contención, charlas y algo quizás más importante: la posibilidad de elegir con libertad, sin presión, ni miedo. Junto con las fundaciones Fruto Bendito y Contigo Mamá, organizaron una jornada especial para celebrar el valor de estas jóvenes madres y darles, no solo un regalo material, sino un mensaje claro: no están solas.

La jornada estuvo llena de momentos emotivos. Mientras en una sala, algunas madres recibían charlas sobre maternidad y cuidado del bebé, en otra se armaban con cariño las cunas que les serían entregadas. El equipo de Fruto Bendito, con la ayuda de María Mercedes de la fundación 40 días por la vida, organizaba cada detalle: cunas completas con espuma, mantas, pañales, sleeping bags, cobijas, ropa, toallitas húmedas, kits de aseo, una pequeña camisetica roja para proteger del frío, y hasta pañales ecológicos donados.

.Fue entonces cuando nos unimos a un pequeño baby shower organizado por la Fundación 40 Días por la Vida. Un momento íntimo y alegre, donde compartimos una lasaña, torta y se les entregó a las madres una tina llena de todo lo que necesitan ellas y sus bebés. Era una celebración sencilla, pero cargada de significado.

Pero lo que hizo que ese momento se convirtiera en algo verdaderamente extraordinario fue Daniel. Un niño de apenas 11 años, que junto a su mamá, movilizó el corazón de toda una comunidad para apadrinar las 16 cunas con amor que se entregaron ese día. Verlo allí, atento, entregando cada cuna con la misma delicadeza con la que se entrega una promesa, nos recordó que el amor no tiene edad. Daniel fue la chispa, el motor silencioso de una acción profunda.

Y entre todas esas madres, estaba María Paula. Con Joaquín en el cielo y sus hijos Majo y Jero a su lado, su presencia era un testimonio viviente de lo que significa transformar el dolor en amor. Su historia, marcada por la pérdida y la esperanza, llenó el ambiente de una fuerza serena. María Paula no solo acompañaba la jornada, la iluminaba. Su mensaje fue claro: hay luz incluso cuando parece que todo se apaga.

Ese viernes no fue solo una jornada. Fue una declaración de amor. De un niño que decidió dar, de una madre que eligió resistir, y de muchas otras que, como Valentina, decidieron vivir su maternidad con dignidad, apoyo y esperanza.

Mariana Gabriel Cortés

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