El poder de ayudar | Fundación Fruto Bendito
Por: Tatiana Devia
Eran las 9 y media de la mañana, un portón azul, esa era la entrada a un mundo que poco conocía. Expectativas tenía muchas y ganas de servir a otros, bastantes. El portón se comienza a mover despacio, con un ruido extenuante. Escuchamos a alguien gritar – “Tiene que correr el carro, apúrese, que tengo que despachar estos camiones”. Me sentí un poco confundida y alarmada, era una guardia de la Cárcel del Buen Pastor que le daba esa orden a Camila Cooper, fundadora de la Fundación Fruto Bendito.
Tras tanta insistencia y procesos burocráticos de la Cárcel pudimos ingresar con el carro. Un sello de búho, un sello de sapo y un sello de algo extraño; fueron los pasos para conseguir entrar a la guardaría de la Cárcel. Empezamos a bajar todas las donaciones del carro, entre Felipe, el hermano de Camila; Vivian Calderón, una voluntaria; Camila y yo, Tatiana Devia.
Un paquete de pañales, dos, tres y aún faltaban muchos por bajar del carro; pero luego de organizarnos y un buen trabajo en equipo, ¡lo logramos! Llegamos a la oficina y en compañía de una de las niñeras, acomodamos todos los pañales por etapas, las leches en polvo, los champús, la ropa y todas las cosas que donaría la Fundación Fruto Bendito, con el apoyo de la Fundación Acción interna de la reconocida actriz, Johanna Bahamón a las madres del Buen Pastor. Pasaron algunos minutos y Johana llegó, bajamos más donaciones de su carro y seguimos con el trabajo.
En cajas y bolsas hicimos los paquetes de regalos para cada niño de la guardería, 21 niños que viven de la guardería al Patio 3. De lunes a viernes, por las mañanas se distraen de la realidad de sus madres y comparten con los demás bebés en la guardería y en las noches, vuelven a los brazos de sus madres. Cuando terminamos de acomodar todo, nos dirigimos a la parte interna de la Cárcel. Por fin conoceríamos a aquellas madres que tienen que vivir su maternidad más allá de ese portón azul.
Muchas caras se veían al entrar: visitantes angustiados por las mujeres que visitarán, guardias en sus actividades laborales cotidianas (requisar, registrar, etc.) y nosotros que queríamos iniciar lo más rápido esta labor tan gratificante. Al entrar, en un salón de paredes blancas, un poco frío, fueron llegando una a una de las madres del Patio 3. Algunas con sus bebés de días o pocos meses en brazos y otras con sus pancitas, que llevan a esos angelitos que llegarán a cambiarles la vida.
Camila inició su charla sobre el poder que tiene la lactancia, porque como se sabe en la Fundación Fruto Bendito se tiene el lema de ¡Qué viva la Teta! Algunas de las madres estaban distraídas y otras asentían con la cabeza cada consejo que les daba Camila. – “Recuerden, lo único que necesita un bebé en sus primeros meses es la leche que ustedes mismas le proveen a sus bebés. Esto tiene todos los nutrientes que ellos necesitan. Y sin importar las circunstancias, sean conscientes que los bebés entienden todo: su energía, humor, acciones, ¡TODO!” ¿Quién nos quiere contar su historia de criar a sus bebes en esta situación?
Un silencio tomó por varios segundos el salón, hasta que Rosario rompió el hielo. Su pelo rizado y su sonrisa resaltaban en ella. Nació en Venezuela hace más de 25 años, por circunstancias que no nos compartió se encuentra hace dos años en la Cárcel del Buen Pastor en Bogotá, Colombia. Su hija Damaya se convirtió en su motor de vida y lo que la motiva a hacer las cosas bien para regresar pronto a su país natal. Recién la tuvo su madre se empecinó en pedirle que le mandará a la bebé, abogando que ese no es un buen lugar para criarla. Sin importarle lo que su madre dijera, se quedó con Damaya. Ella solo deseaba con todo su corazón tenerla en sus brazos, así fuera en el Patio 3 y detrás de la puerta de su celda Nº 13. – Toma, esto es para tu hija y gracias por compartirnos tu historia – Dije con un poco de inseguridad, pues no sabía cómo hablarles ni qué decirles.
¿Quién más nos quiere contar su historia?, repitió Camila. Varias manos estaban levantadas, algunas de ellas solo expresaban lo afortunadas que se sienten por poder criar a sus bebés y tenerlas con ellas, sin importar que estén encerradas. No puedo dimensionar qué sentirá una madre cuando le quitan a su bebé de sus brazos y ellas valoran que no sea así, por ahora.
Valentina levantó insistentemente la mano. Se le notaba la necesidad de compartir cómo se sentía. Con una mirada fría, llena de miedo e incertidumbre por lo que pasará, empieza a contarnos su historia:
– “Para mí esto ha sido lo más horrible que me ha pasado en mi vida, a veces siento que no podré continuar y que mi mente se encuentra en otro lugar; los malos pensamientos me aturden. No puedo dormir en las noches, me cansó constantemente, el dolor de cabeza me hace sentir como si fuera estallar y todo eso, porque tengo preeclampsia. Pero, aunque todo eso me pase, sé que tengo que seguir adelante por mi bebé y lo haré…”.
En mi mente pensaba que injusto que la vida de algunos tenga experiencias como estas y tal vez, por situaciones que ella misma no busco o que simplemente puede ser a inocente. Mi corazón empezó a latir más fuerte y el nudo en la garganta era cada vez más grande, que se enterará de su embarazo a cuatro días de ser arrestada ¿Cómo habrá sido pasar por eso? Valentina, deja de hablar y me acercó a entregarle las donaciones que @cunasdeamor recolecto para ella. Lo único que siento que puede aportarle es un fuerte abrazo. Le pregunto: – “¿Puedo abrazarte?” – ella con una sonrisa tímida me contesta que Sí. Fueron los cinco segundos más llenos de emoción que he tenido por un largo tiempo.
Al otro lado del salón, con una sonrisa extraordinaria, sus ojos claros, su pelo de color claro y una actitud positiva (a pesar de las circunstancias) Yaneth empieza a hablar: – “Emilia tiene año y ocho meses. Nuestra historia ha sido muy agitada. Un mes antes de entrar a la cárcel, vi por primera vez, esos ojos color café, esa naricita respingada y esa boquita chiquita que se parece a la mía. Mi hija Alma se quedó sin el calor de su madre y todo por las malas decisiones que tomé en su momento. Entrar a la cárcel no es fácil y mucho menos si dejas a una bebé recién nacida en casa. Pero, gracias a Dios encontré personas acá adentro que me apoyaron e hicieron todo para que mi hija pudiera estar conmigo”. A medida que transcurrían los minutos y los relatos de las madres, íbamos entregando los regalos para sus hijos.
Otra de las madres, que fue la afortuna de quedarse con la cuna de amor, representativa de la Fundación Fruto Bendito, nos quiso compartir su historia. Ver a Natalia con lágrimas en los ojos, con una voz temblorosa y una historia llena de sufrimiento me demuestra lo mucho que significa para ella estar con su hija de 19 días de nacida:
– “Con mi esposo siempre habíamos querido tener un hijo y justo después de mi captura nos enteramos de que estaba embarazada; a pesar de la situación le di gracias a Dios por permitirme cumplir mi sueño de ser madre. Escuchar su llanto en el trabajo de parto y verla por primera vez en mis brazos, fue uno de los momentos más felices de mi vida. Luego de eso, vinieron días duros, mi bebé ya no estaba en mis brazos. Yo solo quería dormir en mi celda, no comía, no hablaba con nadie. Yo solo quería tenerla otra vez cerca de mí. Y ahora, que la tengo aquí y la puedo amamantar, consentir, sentirla; he vuelto a ser yo”.
Estas historias no fueron fáciles de escuchar, cada uno de los que fuimos en representación de la Fundación salimos con el corazón arrugado. Sin embargo, nos embargaba la felicidad de haberles brindado un momento ameno a esas madres, aportarles conocimientos sobre la lactancia y cosas que necesitan sus bebés.
Recuerden ¡Qué viva la teta! Sin importar las circunstancias y que con un poco de amor la vida se vuelve más feliz.
Nota: Los nombres y algunos datos personales fueron tergiversados para mantener la privacidad de las madres del Buen Pastor, que pidieron ser anónimas en esta historia.