En la Fundación Fruto Bendito, no solo ofrecemos un espacio para el desarrollo profesional de jóvenes, sino también un ambiente familiar que deja una huella profunda en la vida de cada uno de nuestros practicantes. Aquí, cada experiencia va más allá de lo académico; nuestros jóvenes encuentran un lugar donde son escuchados, apoyados y, sobre todo, donde crecen como personas. Esta práctica no es solo un paso en su carrera profesional, es un cambio de vida.

Un ejemplo brillante de este impacto es Bryan Steve Ezeamalu Suárez, un joven con una pasión por la primera infancia, quien, desde el primer día en la fundación, se destacó por su energía y disposición para colaborar. Con un espíritu proactivo, Bryan se convirtió en parte esencial de nuestros programas educativos y actividades comunitarias. Gracias a su compromiso, y en una de nuestras entregas de cunas junto con AstraZeneca, surgió una oportunidad inesperada que cambiaría el rumbo de su carrera: la encargada de marketing le ofreció una vacante como practicante en la empresa. Hoy, Bryan forma parte del equipo de AstraZeneca, demostrando que las puertas que abre la Fundación Fruto Bendito pueden llevar a un futuro brillante y lleno de éxito.

Pero Bryan no es el único caso. Cada practicante que pasa por nuestras filas vive su propia transformación. Juan Pablo Osorio Bohorquez, otro joven que se integró a la fundación, encontró en nosotros no solo una oportunidad para desarrollar sus habilidades profesionales, sino un apoyo invaluable en su vida personal. Juan Pablo, quien se convirtió en papá de mellizos durante su tiempo con nosotros, destaca cómo la fundación lo ayudó a equilibrar su vida familiar y profesional, brindándole herramientas y apoyo en momentos clave.

Por su parte, Santiago encontró en Fruto Bendito la oportunidad de desarrollar habilidades que nunca había explorado antes. Su paso por la fundación lo ayudó a descubrir su verdadera vocación. “Aprendí el valor del servicio a los demás”, compartió Santiago en una de nuestras reuniones de cierre de ciclo. Hoy en día, ese sentido de servicio sigue guiando su carrera, y siempre recuerda con gratitud los momentos compartidos con las familias beneficiarias de Fruto Bendito.

María, otra practicante, experimentó algo similar. Su trabajo en la fundación no solo le permitió mejorar sus habilidades, sino que también la ayudó a reforzar su sentido de propósito. “Sentí que lo que hacía realmente tenía un impacto positivo”, mencionó María. Cada día, trabajando de cerca con las madres beneficiarias, sintió que estaba ayudando a construir un futuro mejor para sus hijos y para ella misma. Hoy, María aplica lo que aprendió en Fruto Bendito en su vida diaria y profesional, enfocándose en generar cambios positivos en su comunidad.Vista previa de la imagen

Las historias de Bryan, Juan Pablo, Santiago y María son solo algunas de las muchas que han surgido de la Fundación Fruto Bendito. Cada uno de ellos ha dejado una huella en nosotros, y al mismo tiempo, ha llevado consigo aprendizajes que los han marcado para siempre. En la fundación, no solo se brinda una oportunidad de formación académica, sino también de transformación personal, donde los jóvenes encuentran su propósito y descubren nuevas oportunidades.

A todos los practicantes que han pasado por Fruto Bendito, les agradecemos de corazón. Ustedes son, y siempre serán, parte de esta familia. Aquí, la práctica no solo te prepara para el mundo laboral, te transforma y te conecta con algo más grande: una comunidad de amor, apoyo y crecimiento.

 

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¡Gracias por todo!

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