Así nació mi segundo hijo | Fundación Fruto Bendito
Por: Camila Cooper
Hace seis años, luego de ser alumna meritoria de La Universidad de La Sabana y haber sido becada durante el 90% de mi carrera, les pedí a mis papás que me regalaran un viaje a Londres por un año, como premio por mi esfuerzo y logros alcanzados.
Luego de convencerlos y encontrar la agencia de viajes perfecta, partí rumbo a la capital británica alegre y llena de ilusiones. Tenía un gran camino por delante y mi propósito al estar allí era independizarme, aprender nuevas culturas y ampliar mi visión del mundo.
Al llegar a “ la ciudad de las neblinas”, Kate Middleton estaba esperando su primer hijo, Jorge, y me enteré por mi roommate de origen finlandés que el gobierno de su país le había enviado de regalo a la Duquesa de Cambridge una cuna hecha en cartón, reutilizable y de bajo costo para que al nacer el pequeño príncipe durmiera allí.
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Asombrada, curiosa y algo incrédula ante la conveniencia y seguridad de emplear cunas de cartón para bebés, le aseguré a mi compañera de cuarto que difícilmente el príncipe heredero usaría la cuna. Ella me replicó contándome acerca del surgimiento de la iniciativa en los años 40 luego de una gran crisis económica en Finlandia y que luego de la implementación de estas cunas, la muerte súbita y los accidentes por asfixia de los bebés, entre otros incidentes, habían disminuido notablemente.
No sé qué produjo realmente en mí toda esa dosis de información; lo que sí sé es que quedó guardada en mi inconsciente y en lo más profundo de mi ADN. Cuatro años después, al llegar a Colombia, encontré al amor de mi vida -hoy en día mi esposo- y comenzó nuestra vida en pareja. El 20 de Mayo de 2016 di a luz a mi primer hijo, mi gran amor e inspiración, Gabriel.
En medio de tantas emociones encontradas, inesperadamente al día siguiente de su nacimiento, mi pequeño Gabriel no recibía alimento ni hacía sus necesidades. Preocupada, nerviosa y estresada al ver la condición de mi bebé, como mamá primeriza había muchas cosas que desconocía. A pesar de haber leído decenas de libros, era como si no supiera absolutamente nada acerca de maternidad. Decidí acudir inmediatamente a urgencias, donde luego de hacer una revisión se tomó la decisión de internar a Gabriel en la unidad de neonatos.
Al escuchar que mi hijo debía permanecer hospitalizado y que yo debía irme a casa sin él, me vi ante un panorama desolador y en medio de una realidad que desconocía por completo… En ninguno de los libros que leí explicaban qué hacer ante este tipo de situaciones ni cómo afrontarlas. Angustiada y con incertidumbre, caí luego en la cuenta que en ese nuevo mundo de la maternidad no era la única en esta situación. En ese instante experimenté una gran sensibilización hacia más mujeres que a diario viven circunstancia similares en nuestro país y que en muchas ocasiones no cuentan con recursos ni con ningún tipo de apoyo.
Gabriel salió finalmente del hospital y fue llevado a casa con oxígeno. Los primeros tres meses fueron difíciles. Aunque tenía mucho estrés y ya estaba próxima a acabar mi licencia de maternidad, debía estar atenta a mi salud mental, ya que años atrás había sufrido de depresión y había escuchado que en el postparto -de no prestar atención- se podía recaer nuevamente. Decidí viajar a Santa Marta, “la perla del caribe colombiano” a visitar a mi papá -que vive allá desde hace algunos años- para descansar y pasar el estrés.
Estando en la capital del Magdalena todo parecía que marchaba bien, hasta que mi castillo perfecto de naipes se derrumbó, cuando decidí hablar con mi jefe acerca de mi retorno al trabajo. El problema fue que tuvimos fallas en la comunicación y a lo que yo pensaba que sería exclusivo homeoffice para hacerme cargo de mi hijo, para él era realmente trabajo en casa dos días a la semana y el resto en la oficina.
Entró la desesperación en mí una vez más y no hacía más que pensar: ¿Qué haré los demás días con Gabriel?¿Con quién lo dejaré?¿Cómo podré ser la mamá que siempre soñé si solo podré estar con mi pequeño unas pocas horas al día? Intenté conservar la calma y en ese momento pasaron dos cosas: 1. En redes sociales se volvió viral una vez más el tema de las cunas de cartón de Finlandia, lo cual tocó en mi una emoción muy fuerte al pensar en los recién nacidos y la situación en la que yo me encontraba. 2. Encontré en la biblioteca de mi papá un libro llamado “Lo que no tiene nombre” de Piedad Bonett, que me conquistó, porque la historia que ella cuenta era similar a lo que yo había tenido que vivir.
Estas dos señales me impulsaron a tomar acción y decidí poner en práctica todo el conocimiento que había adquirido. Desde que estuve en la universidad siempre había tenido ganas de poder aportar desde la construcción y el tejido social, y fue Gabriel el impulso y la “gasolina” para decidir dejar mi empleo y emprender en un proyecto social.
A pesar de los temores de quedarme sin trabajo y una estabilidad “fija”, fueron más grandes mis sueños. Lo primero que hice fue investigar acerca de las cunas en Finlandia y otros lugares donde ya se había replicado la iniciativa con mucho éxito. Luego empecé con ayuda de otras personas que ya se habían enamorado del proyecto, a investigar el mercado. Encontramos una problemática muy grande en Colombia de desigualdad y nos dimos cuenta de que son muchas las personas de bajos recursos que no podían comprar una cuna tradicional y las muertes en sus hijos eran frecuentes.
La felicidad de encontrar qué quería hacer se veía reflejada en suplir la necesidad de tantos padres y bebés que vivían en pobreza extrema. Sabía que serían muchos los retos y que se necesitaría mucho tiempo y dedicación. Sin tener un nombre claro decidí dedicarme a lograr un gran impacto social y crear Fruto Bendito, donde además de construir día a día una gran fundación con un propósito lleno de amor, podría estar tiempo completo con mi hijo y cumplir mi sueño más grande.